lunes, 18 de febrero de 2008

Del club de fans de Jorge Esquinca

Amigos lectores, sean pacientes, poco a poco iremos publicando sus mensajes. Comenzamos con un recadito del club de fans de Jorge Esquinca, para que vean que no todo son ataques aquí. Omitimos el nombre del compa que nos lo mandó, aunque no nos haya pedido hacerlo.

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PINCHES POETAS MEDIOCRES, SE LO MERECEN POR CHAFAS Y ARROGANTES. ¿CREEN QUE LES VAN A DAR TANTA LANA NOMAS POR ESCRIBIR PENDEJADAS? A CHINGAR A SU MADRE, Y FELICIDADES A ESQUINCA, TIENE HUEVOS.

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Más mensajes al ratito.

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domingo, 17 de febrero de 2008

Domínguez Michael: señor componetodo

Llega a nuestro e-mail esta carta dirigida a Consuelo Sáizar, muy mal escrita debido a la elevada tirantez arterial de Samperio, pero por eso mismo enteramente disfrutable...

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México, DF, a 16 de enero de 2008

Lic. Consuelo Sáizar

Directora del Fondo de Cultura Económica
P r e s e n t e

Estimada Lic. Consuelo Sáizar:

Después de haber revisado el Diccionario crítico de la literatura mexicana (1995-2005) de Christopher Domínguez Michael y de haber leído el artículo del poeta Víctor Manuel Mendiola (“Confabulario”, suplemento de cultura de El Universal del sábado 12 de enero de 2008), me parece que Mendiola tiene plena razón en su artículo y que Domínguez le ha metido un tremendo gol al Fondo de Cultura Económica que usted dirige. El supuesto diccionario (y supuestamente crítico) confirma que seguimos hundiéndonos cada vez más en el tercer mundo; quiero decir que un libro inconsistente de estas características nunca aparecería en las altas instituciones editoriales de Inglaterra, Austria o Alemania, y si así sucediera es muy posible que el autor fuera ingresado a la cárcel, expulsado del país o, simplemente, tomado por loco, internado a algún nosocomio para enfermos de la mente. No es posible que le dedique diez páginas al ingeniero Enrique Krauze y dos páginas al inmortal poeta Luis Cernuda que tanto dio a México con el agradecido arribo a nuestro país de los exiliados españoles; es una ingratitud y ofensa tal exilio.

Evaluando lo que está sucediendo y pasará con este diccionario apócrifo y pensando, además, en la trayectoria sinuosa y lacayuna que Domínguez Michael a seguido, me hace pensar que este ser carece de humildad, compañerismo, sobriedad de lector, cree que toda literatura debe actuar conforme a sus ideas, le encantan las juntas cerradas, es intolerante, es el criticón o chismoso, el señor componetodo, el que pide que cambien los demás pero no él, el prefecto jactancioso, está lleno de peros, el recetador de pastillas, selectivo, fulano celoso o viejo jerarca y pretende usurpar el papel de un poder superior.

Como mexicano, como autor del Fondo de Cultura Económica, como autor que ha recibido múltiples reconocimientos fuera de mi país y en él, le pido determinantemente que retire de la circulación el pseudodiccionario de Christopher Domínguez Michael pues, como lo menciona Mendiola en su artículo, este apostata libro puede llegar a servir de consulta distorsionada en universidades de otras partes del mundo y para el mismo lector mexicano, que tanto la S.E.P. como el mismo F.C.E. quieren sacar del lodazal de la ignorancia y el analfabetismo.

Ya él metió el gol. ¿Ahora se va a permitir usted el favor de la complicidad?

Agradeciendo su atención.

Guillermo Samperio

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Víctor Manuel Mendiola sobre el diccionario de Domínguez Michael

Sobre el pseudo-diccionario que redactó el enanito (por mezquino) bufón de la corte panista Christopher Domínguez Michael...

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Ni diccionario ni crítico el recuento de la literatura mexicana del FCE
Víctor Manuel Mendiola

La moral, en el sentido profundo de la palabra, interviene más de lo que se piensa en la creación artística
Octavio Paz, Puertas al campo

El título de Diccionario crítico de la literatura mexicana 1955 - 2005 falla al designar la arbitraria selección de notas que Christopher Domínguez Michael ha agrupado en su nuevo libro. Las omisiones y desmesuras de la obra no sólo cuestionan al pretendido diccionarista sino también a la importante casa que lo editó.

Si leyéramos el último libro Christopher Domínguez como una reedición de muchos de los textos que ha publicado acerca de la literatura mexicana, podríamos pensar que con la nueva reunión el autor nos ofrece un panorama más armonioso de cierta parcela de sus lecturas. El reagrupamiento tendría cierto sentido y le concederíamos validez pero sin darle demasiada importancia, ya que de hecho no representaría una novedad. Veríamos en la recomposición de los textos una oportunidad editorial del autor para recircular su obra. Legítimo y explicable.

No es así. El reagrupamiento de las notas posee un valor que no se puede soslayar, tanto por el título como por la naturaleza del editor que lo publica. Diccionario crítico de la literatura mexicana 1955 - 2005 (FCE, 2007, México, 588 p.) es una publicación complaciente y plena de pretensiones que no responde a lo que debiéramos esperar de un libro con ese título comprometedor. En primer lugar, no es, a pesar del orden alfabético, un diccionario. Es más bien una selección personal en la cual no es posible entender racionalmente por qué están unos autores y faltan otros. El uso de la palabra diccionario en una casa editorial con la autoridad del Fondo de Cultura Económica y en el formato de diseño de la colección de los grandes diccionarios, debiera obligar a quien echase mano de ese vocablo, diccionario, y de ese epíteto, crítico, a cubrirlos requisitos mínimos y aceptables del rigor, tales como un universo completo preciso y coherente, textos proporcionados a la importancia de los escritores, inclusión de las aclaraciones pertinentes y una visión objetiva, evitando prejuicios y favoritismos. Si un estudioso hace un diccionario de botánica, no solo escoge las plantas representativas de su invernadero, si no las que están en los demás jardines. Esto es todavía más necesario cuando una obra se anuncia en portada no como una lista casual sino como la recopilación ordenada de un espacio temporal tan reciente y, por eso mismo, problemático. Si Domínguez dijera “Mi diccionario” o mejor aún —mucho menos fatuo— “Mi selección”, de acuerdo a la fórmula que es la manera honorable, o “Diccionario de autor” como señala a hurtadillas en el prólogo, y si el FCE hubiera publicado esta obra con un título más subjetivo, en concordancia con la índole del texto, y bajo el formato de une de tantos volúmenes de crítica, podríamos aceptarla o ponerle reparos, pero no tendría implicaciones editoriales graves. Sería uno de tantos libros y el lector se acercaría a él sin prejuicios, de la misma forma que hacemos cuando consultamos las revisiones alfabéticas o no alfabéticas de Emmanuel Carballo, Adolfo Castañón o Alejandro Toledo y tantos otros. Pero al ser publicado con ese nombre ostentoso y con el anuncio del rasero “crítico” se da una valoración errónea de la literatura mexicana; se mal orienta y, peor aún, se le toma el pelo al lector. El título ostentoso no se corresponde con la selección limitada ni con muchos de los textos arbitrarios y vagos, insuficientemente procesados para un compendio de tal envergadura. Aunque Domínguez ha sido muchas veces un analista constante de la narrativa hispanoamericana es incomprensible por qué el FCE aceptó publicar este refrito de notas.

En segundo lugar está la aritmética. Cuando el lector se percata de que Rubén Bonifaz Ñuño y Jaime Sabines tienen, el primero, una página y, el segundo, apenas un poco más de media, mientras que Enrique Krauze cuenta con diez y la mayor parte de Ios compañeros, amigos y directores o guías de Domínguez se llevan generosas revisiones, uno advierte que algo está torcido. Sí, definitivamente, como diría el príncipe: “Algo está podrido en Dinamarca, A esta compilación le falta lo que tiene la crítica real: decisión para separarse de los compromisos personales y de los afectos, falta de independencia para caminar con opiniones propias. Me pregunto qué pensarán el Sistema Nacional de Creadores del Conaculta y la Fundación Guggenheim, que apoyaron el proyecto de una publicación no sólo tan precaria y carente de profesionalismo, sino tramposa.

Por otro lado, cómo es posible que en un diccionario “crítico” de la literatura mexicana no estén José María Pérez Gay (autor de ensayos tan originales en El imperio perdido); Guillermo Samperio (narrador de cuentos imaginativos que nada tiene que ver con la prosa vacía y seudosexual que pulula aquí y allá); Elena Poniatowska (inolvidable, en primer lugar por La noche de Tlatelolco); Marco Antonio Campos (poeta que lleva la poesía confesional al expresionismo); Ángeles Mastretta (hábil narradora que los lectores siguen como a pocos escritores); Efraín Bartolomé (heredero de la voz selvática de Pellicer); Julieta Campos (fina y compleja narradora en Muerte por agua); Ignacio Padilla (de lectura obligada por Amphitryon); Sabina Berman (creadora de un teatro al margen de los clichés locales); Evodio Escalante (acaso el mejor ensayista de su generación y citado varias veces en el diccionario por sus pertinentes y agudos señalamientos pero eludido en el índice y aludido con el nombre despectivo de profesor Escalante); Eraclio Zepeda (cuentista poderoso donde se dan cita al mismo tiempo el siglo XVI y la modernidad); Federico Campbell (prosista de la ineludible novela Pretexta); Luis Miguel Aguilar (autor del libro de poemas Chetumal Bay Anthology que para los que sí saben de poesía es imprescindible); o, ya que Domínguez incluyó historiadores, cómo es posible que haya pasado por alto a Miguel León Portilla (figura fundamental sobra decirlo para comprender en el mundo moderno a los antiguos mexicanos y su literatura); a Luis González y González (creador de ensayos esenciales de microhistoria); y a Guillermo Tovar y de Teresa (La ciudad de los palacios es una referencia). En este mismo plano, si están elegidos varios escritores de origen extranjero, ¿Por qué la ausencia de Juan Gelman ¿Tal vez Domínguez agotó la cuota permitida de izquierda? La obra de todos estos autores nos puede gustar o no pero en un diccionario crítico deben estar ellos y otros más que no he mencionado aunque nada más fuera para establecer la amplitud necesaria y darle al compendio un equilibrio objetivo. Nuestra decepción crece aún más cuando advertimos que mientras Jaime Sabines, es en el tratamiento de Domínguez, un poeta priísta de clases medias, Enrique Krauze, con sus textos históricos de difusión, es un gran literato y casi un héroe de la protesta de la nacionalización de la banca. En suma tanto en las valoraciones cuantitativas como cualitativas del “diccionario” todo está al revés. Al poeta se le juzga con martillo por sus posturas políticas y al articulista de ensayos políticos e históricos se le pone entre almohadillas por una supuesta voluntad de estilo. Todos sabemos que la aceptación amplia y profunda de la obra de Sabines es entre otras muchas cosas un “misterio” y una chocantería del gusto popular y todos sabemos asimismo que Krauze ha realizado un valioso esfuerzo en la difusión de la historia mexicana —curiosamente también entre un público masivo nada más que éste se encuentra en la TV.

Pero a ninguno de los dos los hace mejores o peores desde el punto de vista del rigor, contar con un público numeroso y clasemediero, de izquierda o mojigato. Lo que interesa es su contribución efectiva a la literatura. Y en ese sentido Sabines es un gran poeta —modificó el lenguaje de la poesía hispanoamericana y con él nuestra manera de usar las palabras— y Krauze un difusor apasionado de la historia de México —ha ayudado a que un público común y corriente piense en una parte de los momentos esenciales de nuestra historia moderna ¿A quién le correspondería una revisión más concienzuda? Es candorosa y relamida la manera como se agrega al poeta y critico José María Espinasa. De forma engolada Domínguez confiesa: “… al catálogo de sus recomendaciones, en poesía y en prosa, debo muchos de mis libros electivos…”. ¿Lo incluyó porque le sugiere lecturas? Flaco favor le hizo a nuestro amigo.

Quizá otro de los problemas de este diccionario es la pretensión de Domínguez de abarcar lo que no comprende: la lírica. Él mismo ha dicho que no entiende la poesía. Si es así, ¿por qué su obstinación en dar opiniones que revelan falta de inteligencia en el entendimiento de los problemas fundamentales de la poesía contemporánea? Esta insistencia muestra a Domínguez, una y otra vez, tan insensible como carente de gusto. Bastaría con revisar sus acercamientos al poeta Eduardo Lizalde para damos cuenta que no atina en la localización de los poemas esenciales del autor de El Tigre en la casa. Bastaría también con observar algunos de los nuevos poetas seleccionados para comprobar que son los más confusos y epigonales de la poesía mexicana reciente. Si Domínguez cree que el lenguaje sinuoso e impreciso de Vicente de Aguinaga —de quien habla con el batiburrillo característico de Eduardo Milán: “planeta de paisajes casi inmóviles cuyo tiempo puede estar antes o después” y el de Julián Herbert —a quien trata de explicar en una frase cacofónica: “… un libro de poemas que llama la atención por la forma en que Herbert erra…” —representan lo mejor de nueva poesía está equivocado. El diccionarista deja de lado a los nuevos que merecen interés: Samuel Noyola, Juan Carlos Bautista, Pedro Guzmán, Luis Felipe Fabre y José Eugenio Sánchez.

Pero no son los disparos a tontas y locas de Domínguez lo que resulta verdaderamente preocupante, sino que el FCE en una publicación de esta clase, haya tirado por la borda la solidez editorial y haya minusvaluado a un gran número de escritores que son, en muchos casos sus propios autores. Esta casa editorial ¿va a abandonar el cuidado de la edición que mantuvo —más o menos— en los años anteriores por complacer a un grupo quién sabe por qué motivos? ¿Este es el diccionario critico que mostrará a la literatura mexicana en el extranjero? ¿Ésta es la pluralidad que debe tener la editorial de todos los escritores mexicanos de valor indiscutible? ¿Ésta es la novedad que la dirección del FCE nos tiene reservada para su segunda larga administración?

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Fuente: Suplemento "Confabulario", de El Universal, sábado, 12 de enero de 2008.

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sábado, 16 de febrero de 2008

La disputa por la hegemonía cultural iberoamericana

Para los que no habían leído este artículo, ái les va...

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La disputa por la hegemonía cultural iberoamericana
Luis Hernández Navarro

Un pequeño escándalo estalló durante 2003 en el mundo cultural mexicano. La casi desconocida pintora Mónica Roibal ganó un concurso de la Secretaría de Educación Pública (SEP) con una imagen de Emiliano Zapata, en la que el caudillo sureño era representado más como señorito andaluz que como el dirigente de una revolución agraria. La artista resultó ser esposa de Antonio Navalón, representante del poderoso grupo Prisa en México.

Al poco tiempo la comunidad artística se encontró con un nuevo motivo de indignación. Sin ninguna consideración sobre la calidad de su obra, el museo de San Ildefonso expuso generosamente la muestra El corazón sobre el asfalto, de la misma artista. Intermediario comercial ligado a los más sonados escándalos de corrupción política y financiera en España, periodista, amigo e intermediario del juez Baltasar Garzón, cabildero, personaje de la política y las finanzas, Antonio Navalón fue conocido en España con el apodo de El Conseguidor.

La historia no es solamente un ejemplo más de cómo los poderosos consorcios mediáticos influyen en el mundo cultural, definiendo su agenda y promocionando intelectuales y artistas, sino, también, de una tendencia general en las relaciones entre esas empresas y la política, de la que la salida de Carmen Aristegui de W Radio es apenas el último incidente.

Durante la presidencia de Belisario Bentancourt en Colombia, el grupo Prisa contrató al hijo del mandatario de la misma manera en la que ahora empleó al cuñado de Felipe Calderón. El reclutamiento de altos cargos del gobierno español por parte del grupo empresarial está documentado en el libro de Ramón Tijeras Lobbies: cómo funcionan los grupos de presión españoles.

Viajes, becas, premios artísticos o literarios, conferencias y publicaciones se han convertido en formidable instrumento de persuasión hacia las elites intelectuales latinoamericanas. A pesar de que varios países del área tienen poderosas industrias culturales y de entretenimiento (México, Brasil y Venezuela), la aspiración de ser un autor conocido en el conjunto del mundo hispanohablante depende, en mucho, de las redes editoriales, universidades y prensa españolas.

Papel clave en este proyecto de hegemonía cultural es el que desempeña el grupo Prisa, editor de El País. Periódicos, libros, revistas, música, canales de radio y televisión son terreno firme de esta empresa de comunicación. El consorcio posee más de 400 emisoras de radio en España. Tiene derechos o participaciones en seis editoras de libros, entre ellas la poderosa Santillana. Fuera de España es propietaria de diarios, estaciones de radio y revistas en Bolivia. Maneja 87 por ciento de Grupo Latino de Radio, que controla 300 emisoras radiales en Panamá, Chile, Colombia y Costa Rica. Posee, además, 50 por ciento del grupo Radiópolis en México. En América Latina cuenta con jugosos contratos de distribución de libros y todo tipo de material escolar a cargo del erario de varios estados iberoamericanos. Ha disfrutado de numerosos créditos blandos y ganado licitaciones de la partida de Ayuda al Desarrollo del Ministerio de Economía y de la Agencia Española de Desarrollo.

El universo del libro en español está compuesto por tres polos de producción de dimensiones diferentes, América Latina es uno. Ese universo lo constituyen más de 416 millones de seres humanos que consumen textos en esa lengua, localizados en España (41 millones 100 mil habitantes), en los 18 países hispanohablantes de América Latina (344 millones 532 mil personas) y en Estados Unidos (31 millones de hispanohablantes). Un estudio realizado entre 2002 y 2003 en los países del área lingüística (España y Latinoamérica) arroja un total de 107 mil 777 títulos editados en lengua española, de los cuales 59 mil 685 fueron publicados en la península ibérica y 48 mil 092 en los países latinoamericanos, preponderantemente en Argentina (27 por ciento) México (23 por ciento) y Colombia (18 por ciento). España ostenta fuerte actividad exportadora hacia América Latina, tanto por exportación del libro impreso como por la implantación de filiales de editoras españolas en las naciones latinoamericanas (602 millones de euros en 2001). En sentido inverso la exportación es muy débil (6.8 millones de dólares en 2003). Una relación de casi 100 a uno.

Columna vertebral de esta hegemonía semántica fue el recientemente fallecido Jesús Polanco, forjador del grupo Prisa. Parte de su imperio mediático fue construida en América Latina. Durante años fue el principal editor de prensa en lengua española y el único que actuó, simultáneamente, en los mercados de la información general, deportiva y económica. En España dominó hasta tal punto la radio privada, que en varias demarcaciones tenía más emisoras que todos sus competidores juntos.

Logró en tiempos del PSOE el monopolio de facto de la televisión de paga. Fue uno de los principales productores de cine y amo del próspero negocio de libros de texto tanto en España como en América Latina. Hizo los libros de historia para Augusto Pinochet. Sus editoriales de creación abarcan todos los segmentos de la actividad literaria y el pensamiento. Directa o indirectamente controló la actividad discográfica. Fue dueño de cadenas de libros, agencias de publicidad, hoteles, empresas de exportación.

Polanco fue un poder fáctico. Su poliédrica hegemonía sobre las industrias culturales le proporcionó formidable influencia. Fue la versión más cercana al ciudadano Kane que ha tenido el mundo español (Véase: Manuel García Viñó: El País: la cultura como negocio). Una de las claves de su éxito fue que, a pesar de provenir del entorno del franquismo, se quedó con la patente del progresismo. Junto a Felipe González caminó de la mano en el mundo de la política, los negocios y la cultura. Polanco –dice Pedro J. Ramírez, director de El Mundo– no tiene bancos, pero sí tiene banqueros. Sus relaciones con la oligarquía financiera fueron estrechas.

Sus mejores negocios en Latinoamérica fueron hechos con países regidos por dictaduras militares. Instalado en la cumbre del poder mediático, se convirtió en uno de los más grandes mediadores entre el mundo cultural latinoamericano y el español.

Como muestra la no renovación del contrato de Carmen Aristegui en W Radio, a la hora de definir prioridades informativas, para el consorcio empresarial cuestiones como la audiencia tienen una importancia secundaria. Después de todo, sus grandes negocios están en otra parte.

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http://www.jornada.unam.mx/2008/01/22/index.php?section=politica&article=019a1pol

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viernes, 15 de febrero de 2008

Yo no me llamo Javier

Queridos lectores:

Era de preverse que, al abrir este blog, estaba abriendo las puertas del infierno. Existe mucho rencor en contra de determinados escritores (y con toda razón, pues son unas auténticas ratas de alcantarilla); lo malo es que el rencor no deja pensar bien, amiguitos lectores, y si nos dejamos poseer por él, terminamos haciendo pendejadas.

Un par de muchachitos con demasiado tiempo libre en sus manos, se han hecho pasar por mí y están saturando las cuentas de correo de algunas celebridades del "ambiente". Eso puede ser divertido, pero yo prefiero hablar con la verdad: no hay más que una sola Quijotita, tengo un solo blog y tengo una sola cuenta de correo electrónico (misma que pueden ver en mi perfil). Y no suelo enviar más de dos o tres e-mails al día desde esta cuenta, por la simple razón de que mi trabajo me quita muchas horas al día, y en mis horas libres lo que menos quiero es saber de computadoras.

También comenzó ya el juego de las quinielas: que si soy "Javier", que si soy "Alejandro", que si soy "Carlos", que si soy ¡Christopher Domínguez Michael! Por Dios, es ridículo. ¿Tan difícil es creer que soy simplemente una ciudadana encabronada?

En fin, por escribir este post ya ni les di salida a los mensajes que han llegado. Por favor, no sean paranoicos, voy a publicar todos los mensajes que han llegado, por supuesto que también los más críticos. Esto probablemente lo tengamos que posponer para el lunes, pero no se azoten, nadie ha hackeado este blog, nadie me ha "llegado al precio" y todo va a seguir como hasta ahora. Por favor, sean pacientes, no es fácil para mí dedicarle tiempo al blog.

Sonrían.

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jueves, 14 de febrero de 2008

Felics día del amó y la amistá

Amiguitos:

Hoy, como cada San Valentín, la industria de la cursilería "hace su agosto" (aunque estemos en febrero), obedeciendo, supuestamente, a un ritual de festejo del amor y la amistad, pero, en realidad, estimulando la existencia de dicho ritual, nada complicado, que se reduce a comprar y comprar compulsivamente cosas que nadie necesita para personas a las que normalmente tratamos de la chingada: mamá, papá, el pinche cónyuge que nos quitó nuestra libertad...Para fortuna del género masculino (o femenino, why not?), yo estoy más sola que un hueso en medio de su universo de durazno; pero, como me quiero un chingo, voy a dedicar todo este día a hacer el amor y la amistad conmigo misma en las más variadas formas, incluyendo algunas que ustedes ni siquiera se imaginan. Por ende, no voy a subir nada al blog el día de hoy. Ya me ha llegado una cantidad suficientemente copiosa de e-mails (y unos poquitos comments) para entretenerme mientras degusto todos los chocolates de los que me he privado desde enero.

¿Qué habrá en mi bandeja de entrada? ¿Amenazas, sobornos, felicitaciones? ¿Algún chisme sabrosón sobre nuestros corruptos "artistas" vividores-profesionales-del-sistema? Tengan la confianza de que mañana subiré sus mensajitos, queridos lectores, por supuesto sin revelar sus identidades; no vayan luego a sufrir las represalias de nuestra muy delicadita mafia literaria mexicana, que, como cualquier mafia, no perdona.

¡Hasta mañana! Pucca, Garu y yo le deseamos a toda la gente de bien: ¡feliz día del amor y la amistad!

(A los vividores del sistema no, para ellos sólo guerra y devastación)

A poco no se ven preciosos Pucca y Garu expresando su mutua atracción erótica; si hasta me recuerdan a Mario Bojórquez y Eduardo Langagne...

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miércoles, 13 de febrero de 2008

La opinión de Musacchio sobre el Aguascalientes 2008

Y sigue la mata dando sobre el asunto este del Aguascalientes desierto... Ahora pasamos revista a la columna "La república de las letras", de Humberto Musacchio, que publicó antier el periódico "Sur", de Acapulco, Gro. Sólo retomamos la parte de su columna que se refiere al Aguascalientes 2008. Observen que Musacchio se equivoca al adjudicar a Eduardo Hurtado las frases que entrecomilla; esas frases provienen, en realidad, de la carta firmada por Felipe Vázquez y otros escritores y que ha ido apareciendo en distintos periódicos (La Jornada de ayer, por ejemplo).

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Debate por el Premio Aguascalientes

Circula desde el lunes pasado en Internet una carta de Eduardo Hurtado en la que protesta contra la decisión de declarar desierto el Premio Aguascalientes de Poesía 2008, lo que ocurrió por decisión del jurado que integraron José Luis Rivas, Jorge Esquinca y José Javier Villarreal. En el texto se recuerda que en años recientes “resultaron premiados libros de una cuestionada “calidad” e incluso “hubo evidente favoritismo por parte de algunos de los jurados”, por lo que ahora, los tres citados, para no equivocarse, prefirieron no otorgar el premio, lo que rechaza Hurtado porque “no encontrar ni un solo manuscrito ‘de excelencia’, entre los 207 que participaron, hace dudar hasta al más ingenuo de los espectadores de este circo. Lo que los miembros del jurado dictaminaron fue la inexistencia de calidad de la poesía que se escribe actualmente en México y ello es no sólo una evidente muestra de menosprecio al trabajo de sus colegas (que eso son), sino de su obediencia a una política corta de miras, regañona y mezquina que deja mal parados a los organizadores de este premio”. Hurtado tacha de “gesto demagógico” y caravana con sombrero ajeno la decisión de entregar el monto del premio a Gerardo Deniz y concluye: “Hay que opinar cuando creemos que es válido hacerlo. Éste es el caso”.

De la protesta a la graciosa huida

Protestar por la asignación de un premio no tiene nada de particular e incluso resulta sano que se ventilen los fallos, aun cuando en este caso los jurados son personajes muy calificados en el género poético. Eduardo Hurtado en su carta señala que la negativa a distinguir alguno de los trabajos y la decisión de entregar el monto del premio a Gerardo Deniz era algo, “por todas sus implicaciones, digno de reflexión”, de ahí que convocara a discutir el asunto y a no dejarlo pasar “como si nada hubiera sucedido” e incluso pedía reenviar su texto a otros amigos y conocidos, lo que se ha hecho profusamente. Sin embargo, Hurtado debió recibir respuestas fuertes, pues al día siguiente (el martes) dijo que su opinión en torno al “caso Gerardo Deniz” había sido objeto de una “lectura equivocada”, pues no objetaba que se reconociera a Deniz, sino “las formas”, pues entregarle el monto del premio al autor de Semifusas y Gatuperio quedaba no “como un homenaje, sino como un mero acto de generosidad o, peor aún, de beneficencia” a favor de ese poeta que “no la está pasando bien por razones económicas”. Por eso mismo, Hurtado comunicaba que él y Josu Landa, pese a que ya existe el Fonca, estaban “por la creación de un fondo permanente de apoyo a los artistas mexicanos”. De esa manera, Hurtado daba “por terminada una discusión”, pero era demasiado tarde. Para entonces ya circulaban por Internet otros documentos sobre el asunto y Pedro Serrano anunciaba que los incluiría en el próximo número del Periódico de Poesía.

Mejor premio desierto que poeta incierto

En una de las tantas respuestas y comentarios que suscitó la carta de Hurtado, Gastón Alejandro Martínez Saldierna dice que cuando ha sido jurado, ante la tentación de declarar sin ganador un certamen poético, se ha preguntado si no sería mejor dar el premio al menos malo de los trabajos, con la esperanza de que el autor sea un joven que de esa manera se sienta estimulado para escribir mejor poesía. Pero agrega que, bien pensadas las cosas, eso puede tener efectos contrarios, pues “posiblemente el joven poeta pensará que es muy bueno y en unos cuantos años más será el consabido ‘maestro’ de las letras provincianas, ajonjolí de todos los moles culturistas, coordinador plenipotenciario de talleres literarios y, por supuesto, ganador de quién sabe cuántos premios más”. Sí, y de juegos florales, flores naturales, artificiales y hasta virtuales. Por eso, concluye el autor de esta república, mejor premio desierto que poeta incierto. En fin, trataremos de seguir el debate que desató la multicitada carta de Eduardo Hurtado.

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Columna completa de Musacchio:

http://www.suracapulco.com.mx/opinion02.php?id_nota=2693

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Vacío en el Premio Aguascalientes, reflejo de política mezquina

Carta abierta suscrita por varios escritores que critican la determinación de haber declarado desierto el premio nacional de poesía Aguascalientes 2008. Tal cual la publicó el periódico "La Jornada".

http://www.jornada.unam.mx/2008/02/12/index.php?section=opinion&article=002a2cor

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El jurado del Premio Aguascalientes 2008, integrado por José Luis Rivas, Jorge Esquinca y José Javier Villarreal, decidió declarar desierto el galardón. Es del dominio público que en recientes emisiones pasadas no sólo resultaron premiados libros de una cuestionada calidad, sino que también hubo evidente favoritismo por parte de algunos jurados. Resulta obvio que este año –seguramente como reacción desesperada a ese creciente desprestigio que, por esas malas elecciones, comenzaba a pesar sobre el que fue durante varias décadas el premio de poesía más importante de México– la consigna era dejar claro que iba a primar a toda costa la calidad poética sobre cualquier otra valoración. Muy bien. Se entiende.

El problema es que la decisión del jurado deja ver los entretelones: esta vez, en aras de no equivocarse, prefirieron no tomar partido. El temor a la opinión pública pesó más, cancelando la elección objetiva de un ganador.

Aunque declarar desierto un premio es un derecho que asiste a los miembros de un jurado, y se comprende que así suceda cuando hay escasa participación o cuando, por ejemplo, se trata de distinciones para primeras obras, en el caso del Aguascalientes, también es vox populi que participan poetas –aunque se trate siempre de una minoría– cuya obra es digna de ser premiada, leída, difundida. Es importante señalar asimismo que el “panorama” suele variar poco de un año a otro, porque los mismos autores participan en repetidas ocasiones. En consecuencia, el nivel poético tampoco cambia tan drásticamente de un año a otro. ¿A quién pretenden engañar estos miembros del jurado?

No encontrar ni un solo manuscrito “de excelencia”, entre los 207 que participaron, hace dudar hasta al más ingenuo de los espectadores de este circo. Lo que los miembros del jurado dictaminaron fue la inexistencia de calidad de una buena porción de la poesía que se escribe actualmente en México, y ello es no sólo una evidente muestra de menosprecio al trabajo de sus colegas (que eso son), sino de su obediencia a una política corta de miras, regañona y mezquina que deja mal parados a los organizadores. Pareciera que el remedio que encontraron este año para paliar errores pasados resultó peor que la enfermedad del desacierto y el favoritismo.

Pero no todo dura para siempre. Habría que replantear, desde ya, la forma de juzgar y de premiar al otro sin arrebatos o sin falsas moralinas; cambiar esquemas anquilosados. Si el Premio Aguascalientes ha dejado de ser representativo del quehacer poético de este país, pues volteemos a otra parte. Ignoremos a quienes no se comportan –por temor, altanería u obediencia– a la altura de las circunstancias, pero sólo después de decirles lo que pensamos de ellos.

Ante un hecho que resulta cuestionable, se ha vuelto más común callar que manifestarse. Resulta más cómodo, más prudente, o más “digno” hacerlo así. El no me doy por enterado ha ido forjando, en buena medida, y para mal, parte de nuestra idiosincrasia. Manifestarse es, sin embargo, un derecho y una obligación. Hay que opinar cuando creemos que es válido hacerlo. Éste es el caso.

Claudia Hernández de Valle Arispe, Eduardo Mosches, José Ángel Leyva, Ludwig Zeller, Saúl Ibargoyen, Maricruz Patiño, Felipe Vázquez, Eve Gil, Juan Antonio Rosado, Elia García, Susana Wald, Cynthia Pech, Carlos López y Marilú Suárez Herrera

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Carta abierta de Eduardo Hurtado

Carta abierta de Eduardo Hurtado acerca del premio nacional de poesía Aguascalientes.

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Como ya se ha hecho público, el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 2008 ha sido declarado desierto por los tres miembros del jurado, Jorge Esquinca, José Javier Villarreal y José Luis Rivas. Lo han decidido así en ejercicio de la facultad que la Convocatoria les otorga y su arbitraje debe asumirse, según se establece en la misma, como inapelable. No obstante, la reflexión acerca del significado de este fallo es pertinente y necesaria.

Resulta inquietante, por decir lo menos, que el certamen de poesía más importante de México, al que concurre cada año una considerable proporción de los muchos autores que entre nosotros se dedican de lleno al género, arroje este resultado desalentador: entre los más de 200 originales presentados, ni uno solo alcanzó a colmar las supremas exigencias de los dictaminadores. En esto los parámetros y las subjetividades de los tres coincidieron, a juzgar por el carácter unánime de su determinación. Algo debe andar mal, muy mal en Dinamarca, si se piensa que esto sucede en un medio donde un considerable número de poetas vive consagrado al oficio, publica libros, colabora con poemas en revistas y periódicos, escribe ensayos y notas, goza de apoyos del Estado, concurre a talleres o los coordina y asiste a todo clase de actividades relacionadas con la poesía. No sólo eso: un país que goza de un amplio reconocimiento, sobre todo en el mundo de habla hispana, por la calidad de sus poetas.

Como se sabe, todo premio literario, incluidos los que, como éste, gozan de un gran prestigio, tiene altas y bajas; de todos ellos salen libros que acaban por cambiarle el rostro a una literatura, junto a otros de gran calidad pero cuya trascendencia visible resulta más o menos restringida. Estos últimos forman parte, hoy lo sabemos mejor que nunca, de ese largo proceso del que sin duda depende el surgimiento de las obras destinadas a permanecer durante mucho tiempo, acaso “para siempre”. La literatura, la necesidad de fondo que la anima, se nutre de este intercambio saludable. Entre las obras que una época considera indudables, ¿cuáles persistirán a pesar de los años? Aun los críticos mejor dotados suelen equivocarse a la hora de intentar establecerlo.

Lo que los miembros del jurado han hecho al declarar desierto el premio de poesía de mayor relevancia en nuestro medio, es implicar que una buena porción de la poesía que hoy se hace en México es de baja o mediana calidad. Juicio muy cuestionable, sobre todo si uno está al tanto de los buenos libros de poemas que cada año se editan en el país, o si frecuenta las revistas y suplementos literarios de México y de otros países donde también publican poetas mexicanos. Si el jurado se propuso, según se deduce de alguna de sus declaraciones, mostrar que este premio sólo debe otorgarse a libros “de excelencia” (término muy recurrente en medios académicos, políticos y hasta deportivos, pero de aplicación por lo menos problemática en los terrenos de la actividad artística), ha dado una muestra de soberbia. Ellos mismos recibieron este premio antes, sus obras desataron polémicas a la hora en que ganaron, y aún está por verse (sólo el tiempo lo dirá) si sus respectivos libros, esos que merecieron el galardón, tienen las cualidades necesarias para perdurar.

Por lo pronto, según se desprende de su determinación a la hora de sancionar el concurso, nada de lo que hoy se hace aquí resulta equiparable con lo que ellos mismos presentaron en su momento. Montados en esa posición de superioridad, y al autoerigirse como jueces intransigentes (categoría que busca ser prestigiosa) , con toda probabilidad descartaron más de una propuesta que, desde una mirada experta como la suya pero menos arrogante, hubiera merecido el premio. Un premio que año con año despierta filias y fobias, como sucede en todas partes; que no sólo sirve para animar un medio al que le conviene la discusión abierta, sino como un referente para observar los distintos rumbos y posibilidades de la poesía que se escribe en México. Esto incluso cuando lo que se discute es la ausencia de un nombre importante entre los premiados o el triunfo de algún título que, a juicio de algunos o de muchos, resulta cuestionable.

Sin embargo, como se ha dicho, el fallo es inapelable para efectos del dictamen —y está bien que lo sea. Lo que puede y debe discutirse es la disposición, dictada por el jurado el día en que emitió su veredicto y avalada casi de inmediato por las instituciones convocantes (de estas últimas, conviene subrayarlo, no surgió la iniciativa), de destinar el monto del premio al poeta Gerardo Deniz. Se trata de un gesto demagógico, ungido de una falsa generosidad. Un gesto que equivale a una solemne caravana que el jurado ejecuta con sombrero ajeno. Desde luego, Deniz es un autor de valía y alcances indiscutibles. Se trata de un poeta mayor de la lengua. Merece premios y reconocimientos de todo género. Pero, por lo mismo, merece también que éstos provengan de iniciativas destinadas a ese fin, no que se le otorguen con fondos provenientes de uno de los pocos premios importantes para la poesía, a raíz de una decisión que sin duda levantará ámpula.

Si este poeta dueño de una larga y destacada trayectoria no ha recibido, como tantos otros artistas nuestros, el reconocimiento y el apoyo que merece, es preciso reclamarle a la sociedad y al Estado mexicanos que se repare tan grave omisión. Se trata, de hecho, de un asunto de política cultural que es urgente discutir y solventar. Habría incluso que demandar, para ir al fondo del asunto, la ampliación de las plazas eméritas en el SNCA y/o la creación de fondos especiales destinados a este fin. Me sumo desde ahora, con el mayor entusiasmo, a cualquier iniciativa que busque enmendar el descuido imperdonable cometido en contra de la obra y la figura de Gerardo Deniz. Pero entregarle el dinero de un premio en el que no participó es injusto para él y para el certamen mismo. Además, va contra el espíritu y la letra de la Convocatoria, que establece: “El Premio puede ser declarado desierto, en cuyo caso las instituciones convocantes se reservan la decisión de emplear el recurso económico correspondiente para apoyar actividades de fomento a la literatura.” Destinar el monto del premio a Gerardo Deniz no es, por donde quiera verse, una actividad de fomento a la literatura sino una acción insuficiente de apoyo a un escritor que, insisto, merece con creces ser creador emérito del SNCA y recibir reconocimientos públicos organizados ex profeso.

En todo caso, y en atención al propósito de la Convocatoria, los 250,000 pesos del certamen declarado desierto deberían destinarse a incrementar los acervos de poesía en algunas bibliotecas del interior del país, incluidos los títulos indispensables de Gerardo Deniz; de esta forma se daría impulso, de la mejor manera imaginable, al conocimiento y la difusión de nuestros poetas mejores. O bien podrían emplearse para llevar talleres de creación a los estados que más los necesitan, como Durango, Chiapas, Guerrero y tantos otros, lo cual serviría para comenzar a recomponer el estado de salud de la poesía mexicana, que según el diagnóstico del jurado es francamente grave.

Eduardo Hurtado, febrero 4 del 2008.

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El escándalo que nunca vendrá

Lo que sigue es la respuesta que di a este e-mail enviado por Óscar Wong.

* * *

Honorable maestro Wong, perdón pero ¡no me chingue! ¿Estoy comprendiendo bien? ¿Quiere usted decir que lo mejor que podemos hacer es quedarnos callados?

¡Pos si eso es lo que hacemos siempre, mi maestro!

Su recomendación me recuerda al inmortal Fidel Velázquez, "no hagan olas, que después no salimos en la foto". No falta el malora que a eso le llame cobardía, pero yo le digo que no es cobardía, que es sabiduría ancestral del Lejano Oriente.

Por eso en México estamos como estamos, maestro; por gente como usted y como yo. Todos sabemos dónde venden las drogas, dónde se cometen los crímenes (y quiénes y con ayuda de quién los cometen), pero ¿movemos un dedo? Desde luego que no. Ahora bien: seguro en nuestra república se cometen todos los días delitos mucho más graves que las pinches premiaciones (que comoquiera configuran un delito, así sea menor: el delito de fraude); por eso Raquel Huerta-Nava y otras personas dicen: "no es para tanto" ("es inclusive", escribe Jeremías Marquines, citando a Capulina y dificultando la lectura de su artículo a quienes no sean admiradores de don Gaspar Henaine). Bien; si no es para tanto ("es inclusive"), ¿porqué no mejor acabamos de una buena vez con estos fraudes? Los premios y también las becas. Serviría para ahorrarle algunos pesitos al erario.

Usted y yo podemos tener la vida más o menos resuelta, maestro, pero imagine que le decimos a un campesino, a un obrero, a un pequeño empresario: "oye, de tus impuestos vamos a separar lo suficiente para darle cada mes, a lo largo de tres años, 23.000 pesos a José Eugenio Sánchez para que se los chingue en cocaína y pisto y nos entregue a cambio unos cuantos plagios de Charles Bukowski". ¿Usted cree que si fuéramos democráticos y le preguntáramos a la gente si está de acuerdo en seguir entregando becas a zánganos como el mentado Sánchez, no nos mandarían buenamente a la chingada (el mismo lugar al que, en un arranque de sinceridad, confesó haber mandado Elena Jordana a la poesía)? ¡Medítelo a la sombra del árbol bodhi, mi maestro (zen)!

Lo bueno para Sánchez es que ni los campesinos ni los obreros saben que tales becas existen.

Y luego los economistas se preguntan por qué es tan grande la evasión de impuestos en México. Seguro la gente reflexiona en su soledad: "¿Pagar impuestos yo? ¿Para que luego me salgan con estas CHINGADERAS?"

Escándalo por el Aguascalientes no ha habido ninguno. Ni lo habrá. Un par de periodistas de Acapulco y de Monterrey nos recuerdan que la literatura mexicana es mediocre, tres o cuatro chanchos metidos en la burocracia cultural leen los artículos; y la respuesta al tímido "periodicazo" es el encogimiento de hombros general. Los jurados y los periodistas se sienten con la conciencia más limpia que nunca, Mario Bojórquez vuelve a enfundar su pistola, Héctor Carreto pide le sirvan las del estribo y Eduardo "El Panzas" Langagne se chinga a la salud de los usuarios de Telmex nomás otra orden de tamales y medio pollo (porque está a dieta).

¿Cómo es que nunca le pidió periodista alguno, al patán de Bojórquez, una explicación después que fue premiado por el mismo sujeto que firma sus cheques cada mes (o cada que Bojórquez imparte clases)?

¿Por qué nadie le hecho preguntas de verdad sabrosas a Alí Calderón, gran amigo de Bojórquez, a cuya decisión debe Alí el premio Benemérito de las Américas 2007? Y ya puestos con Alí, ¿no es medio sospechoso que su profesor en la Sogem le haya otorgado el premio López Velarde 2004?

¿O cómo ven el caso de Jair Cortés, quien ganó un concurso, que supuestamente era para libros inéditos, con un poemario del que hacía años podían leerse fragmentos en el website de "La Jornada"?

¡Hasta a los políticos les hacen entrevistas más peliagudas! Los "artistas", al parecer, son intocables para los periodistas.

Yo he visto, con estos ojos que se han de comer los gusanos, a Jeremías Marquines bien sonriente junto a Jair, Alí y Mario. Si no aprovechó para cuestionarlos como debía, será porque se beneficia de la misma corrupción que ellos. Pero eso sí: muy chingón para tirarle cagada a David Huerta. Y no que David Huerta no se la merezca, pero ¿dónde quedó la calidad moral del tabasqueño?

Mencionamos atrás la buena conciencia de los jurados (conjurados, acertadamente los denomina usted, maestro Wong). Les paso un tip a los periodistas: busquen en su hemeroteca más cercana (suponiéndola bien provista) el número de la revista Vuelta donde haya aparecido la crítica que realizó Eduardo Milán sobre el libro de José Javier Villarreal "Mar del norte", ganador del premio Aguascalientes 1989 (el texto de Milán incluye fragmentos del poemario); estoy segura que, de haber contado en 1989 con un jurado tan severo como éste en el que ahora él se ha convertido, a Villarreal jamás le habrían regalado el Aguascalientes. Y no que me parezca desacertada la decisión de Villarreal en 2008; por el contrario, la aplaudo; pero con qué calidad moral le niega en su madurez a otros la oportunidad que a él sí le dieron cuando era joven.

Y hablando de calidad moral... lo curioso es que, aunque usted se queja (con razón) de las becas literarias, si hay alguien que puede hacer algo para que la situación cambie es precisamente usted, maestro Wong. Usted está en el mero centro del edificio burocrático cultural, cual niño Dios en medio de la rosca; ¿por qué no se avienta una denuncia padre en contra de los parásitos de la cultura, una denuncia más chingona que las escritas por los puñetas de Marquines, Aguilar y Alanís Pulido? Pero le estoy pidiendo peras al olmo: al rato lo invita "El Panzas" Langagne a dar algún cursito en la Fundación Slim, o Enzia Verduchi al Fonca, y ni quién se acuerde del coraje que traíamos en febrero de 2008... Además no vaya a ponerse pedo Bojórquez y nos suelte un balazo ái como no queriendo...

En resumen: no se mueven las hojas, el aire está muy quieto; el momento es propicio para escribir un haikú. Sabiduría zen. Usted gana.

Suya de usted,
Quijotita.

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El escándalo que viene

Me envía el escritor Óscar Wong el siguiente e-mail; como de costumbre, copio el mensaje en su integridad, incluidos errores ortográficos y sintaxis vacilante.

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Hola:

Graves son los dimes y diretes sobre el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes. Y sobre todo en este 2008, destacando verdades y mentiras cantinescas (y a veces cantinflescas): que si los CONjurados fueron tres autores (que no poetas) que comparten la misma postura estética y que si uno vino del norte (Monterrey: José Javier Villarreal), del sureste (Veracruz: José Luis Rivas) y del occidente (Guadalajara: Jorge Esquinca), pero que aprovecharon la oporunidad de que apenas cuatro días antes designaron a la titular de Literatura del INBA (Enzia Verducci) y se reunieron en Aguascalientes, tierra y lugar de residencia, de Víctor Sandoval (la mano que mueve los Premios), para designarlo desierto y untarle la mano de billetes a Gerardo Denis.

Sugiero que dejemos en paz todo ello y empecemos a preocuparnos por el escándalo que viene: las becas del Sistema Nacional de Creadores del FONCA. Ya verán las sorpresas: jurados ahora, quienes antes fueron becarios, y viceversa (vicerreversa, diría). Los nominados son los mismos.

Óscar Wong

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martes, 12 de febrero de 2008

En el jardín de los Huerta

Después de leer los mensajes de Thelma Nava y Raquel Huerta-Nava, escribí lo siguiente.

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Es comprensible la reacción de las Sras. Nava y Huerta-Nava. Todos tendríamos que preguntar a nuestra de por sí intrigante conciencia: si nuestros literatos son tan magníficos y puros, ¿por qué insistimos en sospechar de ellos?

El libro premiado en 1978 por Efraín Huerta, Roberto Fernández Retamar y Jaime Sabines, contiene los siguientes versos:

Sabines dijo:
A la chingada las lágrimas
y se puso a llorar
como se ponen a parir.
Yo dije:
al carajo la poesía
y me puse a escribir
como se ponen a vivir

El libro que halaga a uno de los jurados, milagrosamente, resulta premiado. Esto es como si yo enviara los siguientes versos a un concurso:

Thelma Nava escribió:
las fotos del Che Guevara son lámparas de fuego
Yo dije: a la chingada la poesía
mas no tomé un fusil ni me morí en la selva

Ahora imagínense que mis versos salieran premiados (y ningún mérito tienen, ya se ve) por un jurado del que formara parte ¡Thelma Nava! Por favor, ¿a quién pretendemos engañar?

A Raquel Huerta-Nava (dueña, según ella misma, de una súper memoria) le entristecen "los pleitos a causa del premio Aguascalientes". Pues que seque las lágrimas de sus ojazos negros, ¡porque no hay ningún pleito! ¡Ojalá hubiera! Han aparecido tan sólo, que yo sepa, DOS artículos (uno en un diario muy leído, el otro yace sepultado en un periódico de Acapulco) donde se denuncia, muy tímidamente, la corrupción y la mediocridad de las letras mexicanas. Estos artículos pasan de largo casos recientes como los de Dana Gelinas (cuyo libro es más malo todavía que el de Elena Jordana, aparte de ser un plagio de la también muy malita Carla Faesler) y Mario Bojórquez (de cuyo miniescándalo nadie se atrevió a preguntar más, después de que las personas que iban a denunciar a Bojórquez fueron amenazadas de muerte).

Aunque --para abonar un poco en favor de los periodistas-- si ya hasta amenazas de muerte hay, entiendo la timidez de sus alegatos. Y también entiendo que la mayoría de los que nos damos cuenta de estas cosas, nos quedemos callados. No es peyorativo, sino preciso, y hasta científico, el término "mafias culturales".

Si yo trabajara en la burocracia cultural, continuaría tranquila. El Aguascalientes se declara desierto como una tímida llamada de atención acerca de la corrupción reciente. Muy bien, no pasa nada. Un par de listillos suelta un par de "periodicazos" sobre la misma corrupción. Muy bien, no pasa nada. Yo les apuesto que el próximo año van a volver a premiar a los amigos de los jurados, o a libros con dedicatorias afortunadas, como ha ocurido toda la vida. Y la literatura mexicana seguirá nutriéndose de versos tan "originales" (sic, o sick) como los de Elena Jordana; en tanto que (¿quién sabe?) tal vez se pierda para siempre, entre un montón de paja, un bonchecito de buenas páginas de dos o tres escritores alejados de las capillas culturales (catedrales, más bien) de nuestros santísimos literatos famosos.

Se despide de ustedes con afecto, sin pleitos y con más pelos en la lengua de los que debiera tener...

Quijotita.

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Hija de Efraín Huerta desmiente a Luis Aguilar y Armando Alanís Pulido

Niega Raquel Huerta-Nava que su padre, el poeta Efraín Huerta, haya otorgado a Elena Jordana el premio de poesía Aguascalientes 1978 sin antes haber leído los demás libros enviados al concurso. Huerta-Nava desmiente, específicamente, a Luis Aguilar y Armando Alanís Pulido, quienes recordaron en el periódico Milenio (ver artículo aquí) el chisme que desde hace años circula sobre Efraín Huerta. Lo que sigue es el mensaje de doña Raquel. Somos respetuosos de la pintoresca redacción original.

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A la opinión publica:

Es muy triste contemplar los pleitos a causa del premio Agusacalientes. Más indignante es ver cómo un cobarde enemigo de mi padre Efraín Huerta, aprovecha para manchar su memoria a 25 años de su muerte. Si Luis Aguilar, Armando Alanís Pulico o Rolando Rosas tienen algo que decir sobre la labor literaria de mi padre que lo comprueben con documentos, grabaciones o videos (los delirios tremens de cantina no están incluidos) o que callen para siempre. Efraín Huerta, contrariamente a lo que sus mediocres enemigos creen fue un hombre íntegro. Y ya que tanto les interesa les daré mi testimonio de lo que sucedió en mi casa:

Efraín Huerta fue desechando libros hasta reunir en una mesa a sus finalistas, eran alrededor de diez libros. Había libros estupendos, lo sé porque los vi, entre ellos la propuesta de Elena Jornada destacaba por su originalidad. Motivo que ha sido en más de una ocasión motivo del otorgamiento de este certamen.

Tras muchas horas de deliberación y discusiones, pues cada uno de los tres jurados, Sabines, Retamar y Huerta tenía distintos candidatos, le otorgaron el premio al libro de la Jordana. Eso fue lo que yo presencié en compañía de Roberto Fernández Retamar quien se los puede contar mucho mejor que yo y en compañía de mi madre, la poeta Thelma Nava. Ninguna otra persona estuvo ese día en mi casa.

Nada más tengo que decir al respecto. Tan sólo que me parece ridículo que un solo premio marque la "consagración" de un poeta en México. Creo que es tiempo de acabar con ese mito genial.

Atentamnete:

Raquel Huerta-Nava

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Nota del blog:
Thelma Nava, viuda del poeta y madre de Raquel, escribió su propio desmentido del artículo de Aguilar y Alanís Pulido; pueden leerlo aquí.

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Viuda de Efraín Huerta niega acusaciones de Luis Aguilar y Armando Alanís Pulido

Ayer copiamos aquí un artículo del periódico Milenio, en el que los escritores regiomontanos Luis Aguilar y Armando Alanís Pulido reviven un chisme que circula desde hace años en el medio literario acerca del poeta Efraín Huerta, quien habría seguido la sugerencia de Jaime Sabines de otorgar el premio de poesía Aguascalientes 1978 a Elena Jordana sin haber leído ninguno de los demás libros enviados a concursar. La mañana de hoy encontré en mi buzón electrónico un mensaje de Thelma Nava, viuda de Huerta, donde asegura que el poeta cumplió con su obligación, en su carácter de miembro del jurado del concurso, de haber leído todo material participante. Respetuosos de la polémica sintaxis y la no menos sorprendente puntuación de que hace gala doña Thelma, compartimos con los lectores del blog su mensaje completo, destinado originalmente al escritor Óscar Wong.

* * *

Querido Oscar Wong:

Es indignante que a estas alturas alguien se atreva a decir las tonterías que ha dicho sobre cómo fue que Elena Jordana obtuvo el Premio Aguascalientes. Las deliberaciones fueron en mi casa en aquella ocasión y ¿COMO ALGUIEN SE ATREVE A DECIR QUE EFRAIN NO HABIA LEIDO EL MANUSCRITO? Todo es absolutamente absurdo, porque ME CONSTA, lo mismo que a Raquel, que era muy pequeña entonces, que los tres poetas discutieron e intercambiaron opiniones por largo tiempo y finalmente hubo el consenso de que el mejor libro en ese momento era el de Elena Jordana. Sabines no fue amigo de la Jordana, eso te lo aseguro, ni tampoco Efraín la conocía, mucho menos Fernández Retamar.

Me parece ocioso tanta estúpida polémica porque se haya declarado desierto el Premio Aguascalientes. No tengo nada qué opinar al respecto.

Saludos

Thelma Nava

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lunes, 11 de febrero de 2008

No lo sabemos des(c)ierto

No lo sabemos de cierto, pero suponemos... Me mandan este artículo del periódico Milenio...

http://www.milenio.com/suplementos/laberinto/nota.asp?id=593478

* * *

Premio Aguascalientes de Poesía: No lo sabemos des(c)ierto

Luis Aguilar y Armando Alanís Pulido
Periódico Milenio


L
a suspicacia ronda los premios literarios. Los grupos de poder, el marketing, la imposición de jurados, el predominio de una visión estética particular, son algunos de los males que aquejan a la República de las Letras.
9-Febrero-08

Amigos convenientes

En 2003, en una cantina de Texcoco, el poeta Rolando Rosas Galicia nos contó que, a la deliberación del Premio Aguascalientes 1978, Jaime Sabines llegó tarde y preguntó a sus compañeros jurados si habían leído los libros. Efraín Huerta habría confesado que no, mientras Roberto Fernández Retamar dijo haberlo hecho, pero admitió requerir consejo para “orientar” su decisión. Sabines propuso dar el premio a Elena Jordana, y Elena Jordana, con Poemas no mandados, ganó el codiciado galardón. Para nadie era un secreto la férrea amistad que Jordana y Sabines sostenían. Incluso, un poema de la autora menciona al poeta chiapaneco, por si quedaban dudas de la cercanía. Cita: Sabines dijo: /A la chingada las lágrimas /y se puso a llorar /como se ponen a parir. /Yo dije: /al carajo la poesía /y me puse a escribir /como se ponen a vivir (de Poemas no mandados, 1978).

Si sí o si no, no es tanto un secreto como un entendido nacional y conveniente. En el panorama literario no es poco común que los libros premiados resulten de talleres impartidos por los propios jurados; o que las relaciones personales que se entablan en centros de creación, ámbitos burocráticos o grupos de “política cultural” afines, redunden luego en la causalidad de reconocimientos y jurados.

Los cuestionamientos a un hipotético demérito en la calidad de los libros premiados con el más importante reconocimiento nacional de poesía —exacerbados quizá sin correlación directa con la concesión del premio a Mario Bojórquez (El deseo postergado, 2007)— pasan por un desgaste dadas las relaciones interpersonales de premiadores y premiados; aunado a la insistencia —mediante la selección de jurados— respecto de una visión estética casi única e indivisible, cuya excepción fue, quizá, Héctor Carreto (Coliseo, 2002).

Esa estética plantea la visión única del centralismo, a partir de los academicismos establecidos por el sector oficial: talleres del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el Centro Mexicano de Escritores o la Fundación para las Letras Mexicanas, entre otros, que excluyen de manera consecutiva visiones estéticas o planteamientos que no encajan en las visiones de quienes detentan el poder de las políticas culturales; una visión que incluso ha llegado a reivindicar —dentro del Aguascalientes— a escritores más por su trayectoria que por los materiales presentados a competencia.

Un ejercicio realizado de manera extraoficial entre poetas en 2002 (Luis Aguilar, Julián Herbert y Luis Armenta Malpica) arrojó una lista de —entonces— potenciales ganadores del premio. En la lista, surgida de la tertulia y el divertimento con la estética impuesta al premio, figuraban el propio Bojórquez, María Rivera, María Baranda, Luigi Amara y Luis Vicente de Aguinaga. Salvo Amara, los otros cuatro han ganado ya el premio Aguascalientes. Así es de predecible la estética predilecta. La excepción que confirma esta regla es, tal vez, Carreto.

“Hay una visión clara porque la selección de jurados había sido realizada con cierta alevosía, y con la ventaja de imponer a jurados sin ninguna variación en su propia creación y en lo que seguramente evaluarían de un trabajo poético. De los últimos premios, María Rivera tiene un libro (con el que ganó el Premio Elías Nandino) mucho mejor que el que obtuvo el Aguascalientes y, en general, creo que solamente el libro de Aguinaga (Reducido a polvo, 2004) alcanza el nivel que debería exigir el premio”, considera Armenta Malpica, director de Mantis Editores, quizá la editorial independiente de poesía con más peso en el país.

No es casualidad que, en el acta de su dictamen, el jurado del premio haya establecido, de manera unánime, declarar desierto el Aguascalientes 2008, “debido a que ninguno de los manuscritos cumplió con el nivel de excelencia indispensable en un concurso con la trayectoria y el prestigio propios del Premio de Poesía Aguascalientes”.

En la consideración debemos sumar los cambios hechos en la organización y a las reglas del premio, luego de la polémica generada por la concesión del premio a Bojórquez, a partir del cual se estableció la obligatoriedad de nombrar un jurado internacional, uno nacional (ganador del premio) y uno local. Incluso, hubo planteamientos para que los jurados nacionales y locales fuesen seleccionados al azar, mediante sorteo. Ello muestra que la crisis en la organización y otorgamiento del Aguascalientes no es un fantasma empujado desde fuera.

Esta crisis se nutre desde luego de leyendas, digamos, poéticas, como la de un bardo tabasqueño que elabora una bitácora de jurados contra ganadores, analizando el estilo de ambos y sacando conclusiones, con la finalidad de escribir algo que sea afín al grupo de evaluadores. Sí: en las letras mexicanas los carriles, tendencias, estilos y conformación de grupos son un secreto ya no tan a voces, por lo que en la discusión entre la suspicacia y el merecimiento, siempre gana la primera.

Te lo juro por el jurado

Sin duda alguna, quienes asumen la responsabilidad de imponer su gusto para definir un merecimiento tienen todo nuestro respeto, aunque en algunos casos no comulguemos con la idea de declarar desierto un premio. Y no se trata, como decía Alfonso Reyes en Deldiario, de sacarle partido artístico a dolores que uno tiene destinados (ninguno de los autores de este texto ha buscado el premio Aguascalientes). El hecho es que, hoy, más de 200 libros de poesía mexicana contemporánea no tienen calidad suficiente, son malos o malísimos, según José Luis Rivas, Jorge Esquinca y José Javier Villarreal (este último con un historial amplio como jurado de premios desiertos).

Ahora, si bien es cierto que el Aguascalientes ha permanecido en los recientes años en una espiral construida por la duda, también es que se antoja difícil no encontrar un libro de calidad entre 200 trabajos. ¿Cuántos de estos libros desdeñados por los jurados serán publicados pronto, ganarán otro certamen o recibirán críticas en revistas literarias elevándolos a la excelencia? Parece por momentos que un exceso de conciencia y análisis busca restituir al premio el prestigio —poco o mucho— que se ha perdido entre los reconocimientos otorgados entre amigos a libros no del todo favorecidos ni por la crítica ni por la poesía.

Cierta poesía desierta

Nos hubiera gustado celebrar —seguir celebrando la vida— con un nuevo libro de poesía, porque en su lectura sopesamos algunas penurias cotidianas que nos acalambran, pero hoy nos encontramos, como otros lectores, en un debate sobre la condición de la actual poesía mexicana.

No es un axioma ni creemos que los poetas sean devorados por el verso, pero nos asaltan dudas. Alguien dijo: te tengo una mala noticia que es muy buena: creo, siento sin entusiasmarme con desenlaces provisionales, que este hecho es una advertencia para quienes tienen prioridades en verso, lo que dejaría que la especulación, el debate y la reflexión aderezados de “incursiones fallidas o triunfales, certeras o descabelladas con barbaridad y talento con inspiración o supersticiones” (Gabriel Zaid dixit) “comiencen a aparecer”.

Aquí la carencia es una necesidad que quiere ser satisfecha y el homenaje a Gerardo Deniz —tan merecido como necesario— encaja por una sola circunstancia: su obra poética.

“Declarar ahora desierto ese premio no es ni un llamado ni una advertencia, no es más que otro foco de alarma de un proceso más general y más grave: yo mismo acabo de ser jurado de un concurso literario que fue declarado desierto. Eso está ocurriendo cada vez con más frecuencia en los certámenes. No sólo está en juego la salud de la poesía, sino la de toda la literatura mexicana”, considera el crítico y poeta Sergio Cordero, quien no descarta la corrupción moral de los certámenes.

“Los grupos y mafias literarias, a los que se les culpa del fracaso de tantas jóvenes promesas, son uno entre varios males. Esta clase de grupos surgieron el siglo pasado como una estrategia de los escritores para defenderse de un medio sociopolítico hostil. Pero el tiempo les restó vigencia y sus propias estrategias defensivas los asfixian. Hay un mal más grave y reciente: desde que escriben sus primeros versos, los escritores jóvenes ven a la literatura como un medio y no como un fin. No les interesa escribir bien, les interesa cobrar bien por lo que escriben, aunque sus libros no aporten nada a la cultura”, dice.

No es extraño. En un medio donde los críticos son especie en extinción, las campañas para exterminarlos es sistemática y tiene consenso en el ambiente literario. Para Cordero, la complicación es doble: hay quienes no quieren decir a un autor que no tiene talento; pero ocurre también lo inverso: no se reconoce la trayectoria de un escritor de talento porque no pertenece a un grupo influyente, porque no es funcionario o no se deja seducir por una facción cultural.

“En vista de tan negro panorama con las anteriores consideraciones”, finaliza Cordero, “¿qué pasaría si desapareciera el Premio de Poesía de Aguascalientes? Absolutamente nada”.

El premio ha sido ganado, entre otros poetas mexicanos, por Juan Bañuelos, José Emilio Pacheco, Eduardo Lizalde, Francisco Hernández, Myriam Moscona y Malva Flores; y sólo ha sido declarado desierto en dos ocasiones: la primera por un jurado compuesto por Isabel Fraire, Ulalume González de León y Rubén Bonifaz Nuño. Ahora, José Javier Villarreal, Jorge Esquinca y José Luis Rivas han hecho lo mismo.

“Resulta inquietante”, considera el poeta Eduardo Hurtado, “que el certamen de poesía más importante de México, al que concurre cada año una considerable proporción de los muchos autores que se dedican de lleno al género, arroje este resultado desalentador: entre los más de 200 originales presentados: ni uno solo alcanzó a colmar las supremas exigencias de los dictaminadores”.

Según Hurtado, algo debe andar muy mal si se piensa que esto sucede en un medio donde un considerable número de poetas se consagra al oficio, publica, concurre a talleres o los coordina, y asiste a toda clase de actividades relacionadas con la poesía, en un país que goza de un amplio reconocimiento por la calidad de sus poetas.

“Ellos mismos (los jurados) recibieron este premio antes, sus obras desataron polémicas a la hora en que ganaron, y aún está por verse (el tiempo dirá) si sus respectivos libros, que merecieron el galardón, tienen las cualidades necesarias para perdurar”, agrega.

Para Armenta Malpica, sin embargo, era necesario un alto al premio.

“Creo que era necesario un alto al premio, y aunque coincido con Hurtado en que no debiera premiarse a un autor que no concursó, por excelente que sea la obra de Deniz, tampoco creo que la salud de la poesía mexicana esté en duda. Simplemente a tres autores (que antes han ganado el premio) se les hizo que ya estaba muy deslucido el certamen y quisieron levantarlo. Iba en juego el prestigio del Aguas (y por tanto el suyo propio)”, considera.

Desde luego, nadie cuestiona la vida ni la importancia del Aguascalientes, pero es momento de que la vuelta de tuerca que se inició tras el dictamen de 2007 se concrete. Abrir el abanico de posibilidades estéticas es, quizá, la tarea más importante.

***

Luis Aguilar es poeta. Autor de Eclipses y otras penumbras, Soberbia de cantera, Tartaria, Mantel de tulipanes amarillos y Los ojos ya deshechos. Su obra ha sido traducida al inglés, francés y portugués. Armando Alanís Pulido es poeta y coordinador del proyecto independiente Acción poética. Es autor de Combustión espontánea, Los delicados escombros y La costumbre heroicamente insana de hablar solo, entre otros libros.

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domingo, 10 de febrero de 2008

A propósito del premio Aguascalientes

¡Por fin! Recibo correspondencia electrónica de un lector para este su blog "La caca de murciélago", que quisiera agarrar su segundo aire. El lector me manda un artículo aparecido en el periódico "Novedades" de Acapulco, Gro., a propósito del desmadre este que se traen con el Premio Aguascalientes, que fue declarado desierto ahora en 2008, en un intento de "lavarle la carita con agua y con jabón" al mentado Premio, después de las transas de Mario Bojórquez en 2007 y de Dana Gelinas en 2006.

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La fragilidad crítica de la poesía en México
A propósito del premio Aguascalientes

Jeremías Marquines
Columna Apuntes de un viejo lépero
Periódico Novedades

Jorge Cuesta decía que, lo que se ha dado en llamar poesía mexicana "no han sido más que buenas aplicaciones de literaturas extranjeras". Es más, afirma, "no es de extrañarse que en ningún mexicanismo de la literatura mexicana sea imposible encontrar la menor originalidad". Por supuesto, cuando hace esta afirmación hay que tomar en cuenta el contexto, ¿pero acaso hoy puede afirmarse lo contrario?

Declarar desierto el premio Aguascalientes es un acierto: motiva la reflexión y exhibe la fragilidad crítica de la poesía en México. Muestra también, la hipocresía de los poetas mexicanos y expone su conservadurismo positivista.

Hay en esta decisión, como en cualquier otra, sus aristas y sus bordes. Ambos aspectos nos dan la oportunidad de compartir nuestro cinismo y de salpicar a otros con nuestra hipocresía. Por un lado, están los que ven mal y hasta consideran una ofensa declarar desierto el tal premio, otros lo consideramos inclusive; y otros que de plano lo celebran como si este simple acto, por sí mismo, tuviera el efecto de un curita contra la mediocridad poética vigente. Qué se le va hacer, así es este oficio de la cocina. Todos quieren comer pero nadie quiere lavar las ollas. Lo que hace más evidente la mezquindad de fondo.

Primero: ¿cómo sabemos que la poesía mexicana es tan mediocre, al grado que ninguno de los casi doscientos participantes se merecía el premio? ¿Cuándo y dónde se ha discutido al respecto, quién lo hizo, cómo lo hizo? ¿Cuáles son los argumentos para decidir qué es de calidad y qué de excelencia? ¿Quién lo dice y cómo lo dice? ¿Es ético que poetas valoren a otros poetas? ¿Quiénes hacen la crítica de la poesía en México? ¿Existe algo así como la crítica de la poesía mexicana?

La poesía mexicana, salvo contadas excepciones, es una poesía mediocre, no porque así se haya descubierto al declarar desierto dos veces el premio Aguascalientes; es mediocre porque es el resultado de antiguas y mezquinas disputas comenzadas por los patriarcas de la poesía nacional; es mediocre porque ha tenido siempre una valoración hipócrita; es decir: ha sido calificada por una crítica de los intereses donde privan los ajustes de cuentas, pa que aprendan a respetar, que lo mismo eleva al cielo al amigo mediocre que condena al desconocido provinciano con posibilidades creativas. Y es aún, más mediocre, porque se hace grilla con la poesía. El oficio se ha convertido en un medio burocrático más que en un medio del alma, si es que algo como eso existe.

En su balance de la literatura mexicana de 1942 publicado en el número 2 de Letras de México, José Luis Martínez escribió: "Alberto Quintero Álvarez, de la misma promoción que Octavio Paz, publicó una recopilación titulada Nuevos Cantares y Otros Poemas. Al lado de acentos de la más delicada calidad lírica, ciertas preocupaciones y tendencias ajenas a su tono, impedían que su libro conservara alguna visible unidad. Pero si algunas de sus composiciones se desvirtúan a causa de sus experiencias fallidas, otras mostraban una pureza poética incomparable marcando la línea más noble del poeta". ¿Y entonces qué pasó con esta 'pureza poética' que elogiaba el crítico? ¿Quién se acuerda hoy del tal Quintero? Acaso no pasa hoy así con mucho de lo que se presenta como obras de calidad, como 'obras que van a cambiar el rostro de la poesía
en México'.

En este balance Martínez también se refiere a un cuaderno de Manuel Calvillo. titulado coincidentemente: "Estancia en la voz", muy parecido el título El cardo en la voz de Jorge Esquinca, uno de los actuales jurados del tal Aguascalientes. Ya lo decía Cuesta: "en literatura mexicana es imposible encontrar la menor originalidad".

José Attolini fue un poeta de poca monta, hoy nadie se acuerda de él, pero en el 43 era un escritor muy activo con ramificaciones y contactos en la oligarquía poética nacional, a la que hoy algunos ilusos llaman tradición. De esta 'tradición' procede la mayoría de los comentarios impresionistas que en las revistas y presentaciones de libros pasan hoy día por profundidades críticas. Veamos un ejemplo de este cliché de sorprendente actualidad: "Todo poeta vive en deuda con la poesía mientras no rescata al mundo de su pavorosa medida cotidiana y lo entrega acabado de estrenar (...) pero en este mundo de cenizas todavía candentes, el poeta no sólo es creador por antonomasia, sino solitario por excelencia, y no puede ser de otro modo, ya que para toda obra de creación hay que empezar por las entrañas, allí donde las palabras no son sino semillas".

Ahora leamos un comentario más actual, y comparemos el impresionismo cursi de Attolini en el 43, con el que hace David Huerta al referirse a la obra de Julián Herbert en la antología El Manantial Latente: "Las palabras salen, brillando, como bañadas por una luz quemante, del propio corazón, de la soledad de la mente. Todo esto sucede en un espacie de trayecto o de trance (...) Las palabras van a depositarse una a una sobre las páginas, sobre las cuartillas: un poema, dos, quince poemas... Los poemas forman una casa, un libro, y ya poseen el nombre que les faltaba: El nombre de esta casa". ¿Qué dijo Huerta?, nada, pero así de sencillo queda acreditada en México una escritura poética. Entonces ¿cómo no sufrir de mediocridad?

Ejemplos como el anterior abundan en cada comentario de libro, vamos a ver sólo uno más de la citada antología. León Plascencia Ñol, a propósito de algunos poemas de Rosalva García Coral dice: en su poesía "existe un pronunciamiento del silencio como armazón del mundo, como trazo del polvo que es el único signo de lo que quizás está aquí o vendrá con la palabra dicha o incomunicada". Sé que algo quiso decir el comentarista, sé que hay algo ahí, en el sótano de lo
dicho pero quién sabe qué rayos es. Sin embargo, es lo que tenemos y así miramos la obra de los otros. Entonces ¿cómo no sufrir de mediocridad?

Concluyo esta parte con la confesión de los elementos críticos de que dispuso Alberto Paredes para preparar su libro Nueve poetas mexicanos recientes (1966-2000): "'Me interesan obras dotadas ya de identidad perceptible, vigor e importancia expresiva, de nitidez en su propuesta, bajo una clara exigencia de calidad". El discurso parece bueno, ¿pero qué es la calidad en la poesía? ¿Qué cosa es eso de identidad perceptible? En fin, Paredes nos presenta como respuesta a este torpe pregunta la obra de Jaime Reyes, Ricardo Yáñez, José Luis Rivas, Amelia Vértiz, Elsa Cross, Coral Bracho, Carlos Isla, Francisco Hernández y David Huerta. Poetas, admirables algunos, y otros con una identidad perceptible, digamos imperceptible.

Yo podría estar en contra de la 'calidad formal' de cuatro de los ocho enlistados. Sin embargo, el hecho de que a mi no me guste cómo escriben, ni tenga coincidencia con lo que escriben, no les resta calidad en absoluto, ni 'vigor e importancia expresiva'. A pesar de la escasa 'calidad' de mi comprehensión sensorial, estos cuatro que no me agradan seguirán siendo lo que son, porque un parámetro industrialista como la calidad no es ningún determinante para decidir que sirve y que no en la poesía; por lo contrario, es la legitimidad y la perdurabilidad de la experiencia estética lo que cuenta. Algo por el estilo debió aplicarse a la hora de calificar el tal Aguascalientes y no la calidad de la formalidad perceptible y bla, bla, bla...

Sin embargo, no hay por qué alarmarse con que se declare desierto el Aguascalientes, no seamos
hipócritas; sabemos que la poesía mexicana es de una fragilidad crítica que asusta, salvo excepciones, ha crecido alimentada por la baba de la alcahuetería y la mezquindad, así que una sacudida de vez en cuando no está mal.

Coincido con Pedro Serrano de que al poeta Gerardo Deniz hay que proponerlo para que reciba el Premio Nacional de Ciencias y Artes, se lo tiene más que merecido; y en cuanto al monto del tan mentado premio, apoyo la propuesta de que se emplee para impulsar talleres de poesía en los estados más atrasados literariamente, comenzando por Guerrero.

Ya clarea estimables, zánganos; debiéramos cambiar de asunto, si el sol nos ha de aborrecer que sea por algo. Gracias, maestro Deniz.

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lunes, 4 de febrero de 2008

Mario Bojórquez y las transas del Premio Aguascalientes

El año pasado, Mario Bojórquez ganó (así haya sido mediante transas) el Premio Aguascalientes. A continuación, los fragmentos de dos notas escritas por Humberto Musacchio y aparecidas en el periódico "El Sur", de Acapulco, Gro.

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Mario Bojórquez, Premio Aguascalientes

El Premio de Poesía Aguascalientes 2007 será para Mario Bojórquez, por su libro El deseo postergado. El jurado premiador estuvo integrado por Dana Gelinas, Víctor Manuel Mendiola y Eduardo Langagne. Gelinas resultó ganadora del mismo certamen el año pasado, gracias a una decisión que levantó polvareda entre la gente del verso. Hoy, podemos adelantarlo, nuevamente se desatará la polémica no porque jurados y premiado sean amigos, pues en un medio tan reducido todo mundo se conoce, sino porque quien recibe el galardón es empleado de uno de los jurados, quien seguramente se habrá excusado para no incurrir en un conflicto de intereses.

http://www.suracapulco.com.mx/opinion02.php?id_nota=1083

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Debate por el Premio Aguascalientes

Como lo adelantamos aquí, ya se desató la discusión por el otorgamiento del Premio de Poesía Aguascalientes a Mario Bojórquez, por un jurado que integraron Dana Gelinas, Víctor Sandoval –no Mendiola, como equivocadamente dije aquí– y Eduardo Langagne. Señalamos que la causa del escándalo era el hecho de que uno de los jurados es jefe del premiado, lo que plantea un conflicto de intereses, además de que se pone en cuestión la calidad de la obra escogida en ese certamen que en varias ocasiones ha negado el premio a creadores que gozan de enorme prestigio. Dirigida a Silvia Molina, la directora de Literatura de Bellas Artes, ya circula una carta con numerosas firmas de poetas reconocidos quienes no están de acuerdo con el otorgamiento del Aguascalientes ahora y el año pasado, y le piden hacer algo para evitar desatinos que ponen en riesgo el prestigio del citado premio. El asunto ha cobrado tintes de gravedad, pues una de las impugnadoras recibió amenazas telefónicas de un cobarde. Seguiremos con el asunto.


http://www.suracapulco.com.mx/opinion02.php?id_nota=1126

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domingo, 3 de febrero de 2008

Recomiéndenme links

Desde hace rato he pensado en añadir a mis links dos sitios (uno es un blog y el otro es lo que llamamos un "website"), excepcionales por su calidad y por su valentía al denunciar la corrupción imperante en el "medio cultural" español. ¡En México hace falta emprender una aventura como la de ellos!

Dichos sitios son:

http://www.lafieraliteraria.com

http://miseriasliterarias.blogspot.com

¿Pueden recomendarme más lugares como éstos?

Mi e-mail:
quijotita@gmail.com

¡También pueden dejarme comentarios! ¡No me enojo!

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sábado, 2 de febrero de 2008

La verdad acerca de Jaime Sabines

Jaime Sabines al desnudo.Cantemos al dinero
con el espíritu de la navidad cristiana.
No hay nada mas limpio que el dinero,
ni mas generoso, ni mas fuerte.
El dinero abre todas las puertas;
es la llave de la vida jocunda,
la vara del milagro,
el instrumento de la resurrección.
Te da lo necesario y lo innecesario,
el pan y la alegría.
Si tu mujer esta enferma puedes curarla,
si es una bestia puedes pagar para que la maten.
El dinero te lava las manos
de la injusticia y el crimen,
te aparta del trabajo, te absuelve de vivir.
Puedes ser como eres con el dinero en la bolsa,
el dinero es la libertad.
Si quieres una mujer y otra y otra, cómpralas,
si quieres una isla, cómprala.
si quieres una multitud, cómprala.
(Es el verbo mas limpio de la lengua: comprar.)
Yo tengo dinero quiere decir que me tengo.
Soy mío y soy tuyo
en este maravilloso mundo sin resistencias.
Dar dinero es dar amor.

¡Aleluya, creyentes,
uníos en la adoración del calumniado becerro de oro
y que las hermosas ubres de su madre nos amamanten!

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