En el jardín de los Huerta
Después de leer los mensajes de Thelma Nava y Raquel Huerta-Nava, escribí lo siguiente.
* * *
Es comprensible la reacción de las Sras. Nava y Huerta-Nava. Todos tendríamos que preguntar a nuestra de por sí intrigante conciencia: si nuestros literatos son tan magníficos y puros, ¿por qué insistimos en sospechar de ellos?
El libro premiado en 1978 por Efraín Huerta, Roberto Fernández Retamar y Jaime Sabines, contiene los siguientes versos:
Sabines dijo:
A la chingada las lágrimas
y se puso a llorar
como se ponen a parir.
Yo dije:
al carajo la poesía
y me puse a escribir
como se ponen a vivir
El libro que halaga a uno de los jurados, milagrosamente, resulta premiado. Esto es como si yo enviara los siguientes versos a un concurso:
Thelma Nava escribió:
las fotos del Che Guevara son lámparas de fuego
Yo dije: a la chingada la poesía
mas no tomé un fusil ni me morí en la selva
Ahora imagínense que mis versos salieran premiados (y ningún mérito tienen, ya se ve) por un jurado del que formara parte ¡Thelma Nava! Por favor, ¿a quién pretendemos engañar?
A Raquel Huerta-Nava (dueña, según ella misma, de una súper memoria) le entristecen "los pleitos a causa del premio Aguascalientes". Pues que seque las lágrimas de sus ojazos negros, ¡porque no hay ningún pleito! ¡Ojalá hubiera! Han aparecido tan sólo, que yo sepa, DOS artículos (uno en un diario muy leído, el otro yace sepultado en un periódico de Acapulco) donde se denuncia, muy tímidamente, la corrupción y la mediocridad de las letras mexicanas. Estos artículos pasan de largo casos recientes como los de Dana Gelinas (cuyo libro es más malo todavía que el de Elena Jordana, aparte de ser un plagio de la también muy malita Carla Faesler) y Mario Bojórquez (de cuyo miniescándalo nadie se atrevió a preguntar más, después de que las personas que iban a denunciar a Bojórquez fueron amenazadas de muerte).
Aunque --para abonar un poco en favor de los periodistas-- si ya hasta amenazas de muerte hay, entiendo la timidez de sus alegatos. Y también entiendo que la mayoría de los que nos damos cuenta de estas cosas, nos quedemos callados. No es peyorativo, sino preciso, y hasta científico, el término "mafias culturales".
Si yo trabajara en la burocracia cultural, continuaría tranquila. El Aguascalientes se declara desierto como una tímida llamada de atención acerca de la corrupción reciente. Muy bien, no pasa nada. Un par de listillos suelta un par de "periodicazos" sobre la misma corrupción. Muy bien, no pasa nada. Yo les apuesto que el próximo año van a volver a premiar a los amigos de los jurados, o a libros con dedicatorias afortunadas, como ha ocurido toda la vida. Y la literatura mexicana seguirá nutriéndose de versos tan "originales" (sic, o sick) como los de Elena Jordana; en tanto que (¿quién sabe?) tal vez se pierda para siempre, entre un montón de paja, un bonchecito de buenas páginas de dos o tres escritores alejados de las capillas culturales (catedrales, más bien) de nuestros santísimos literatos famosos.
Se despide de ustedes con afecto, sin pleitos y con más pelos en la lengua de los que debiera tener...
Quijotita.
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Es comprensible la reacción de las Sras. Nava y Huerta-Nava. Todos tendríamos que preguntar a nuestra de por sí intrigante conciencia: si nuestros literatos son tan magníficos y puros, ¿por qué insistimos en sospechar de ellos?
El libro premiado en 1978 por Efraín Huerta, Roberto Fernández Retamar y Jaime Sabines, contiene los siguientes versos:
Sabines dijo:
A la chingada las lágrimas
y se puso a llorar
como se ponen a parir.
Yo dije:
al carajo la poesía
y me puse a escribir
como se ponen a vivir
El libro que halaga a uno de los jurados, milagrosamente, resulta premiado. Esto es como si yo enviara los siguientes versos a un concurso:
Thelma Nava escribió:
las fotos del Che Guevara son lámparas de fuego
Yo dije: a la chingada la poesía
mas no tomé un fusil ni me morí en la selva
Ahora imagínense que mis versos salieran premiados (y ningún mérito tienen, ya se ve) por un jurado del que formara parte ¡Thelma Nava! Por favor, ¿a quién pretendemos engañar?
A Raquel Huerta-Nava (dueña, según ella misma, de una súper memoria) le entristecen "los pleitos a causa del premio Aguascalientes". Pues que seque las lágrimas de sus ojazos negros, ¡porque no hay ningún pleito! ¡Ojalá hubiera! Han aparecido tan sólo, que yo sepa, DOS artículos (uno en un diario muy leído, el otro yace sepultado en un periódico de Acapulco) donde se denuncia, muy tímidamente, la corrupción y la mediocridad de las letras mexicanas. Estos artículos pasan de largo casos recientes como los de Dana Gelinas (cuyo libro es más malo todavía que el de Elena Jordana, aparte de ser un plagio de la también muy malita Carla Faesler) y Mario Bojórquez (de cuyo miniescándalo nadie se atrevió a preguntar más, después de que las personas que iban a denunciar a Bojórquez fueron amenazadas de muerte).
Aunque --para abonar un poco en favor de los periodistas-- si ya hasta amenazas de muerte hay, entiendo la timidez de sus alegatos. Y también entiendo que la mayoría de los que nos damos cuenta de estas cosas, nos quedemos callados. No es peyorativo, sino preciso, y hasta científico, el término "mafias culturales".
Si yo trabajara en la burocracia cultural, continuaría tranquila. El Aguascalientes se declara desierto como una tímida llamada de atención acerca de la corrupción reciente. Muy bien, no pasa nada. Un par de listillos suelta un par de "periodicazos" sobre la misma corrupción. Muy bien, no pasa nada. Yo les apuesto que el próximo año van a volver a premiar a los amigos de los jurados, o a libros con dedicatorias afortunadas, como ha ocurido toda la vida. Y la literatura mexicana seguirá nutriéndose de versos tan "originales" (sic, o sick) como los de Elena Jordana; en tanto que (¿quién sabe?) tal vez se pierda para siempre, entre un montón de paja, un bonchecito de buenas páginas de dos o tres escritores alejados de las capillas culturales (catedrales, más bien) de nuestros santísimos literatos famosos.
Se despide de ustedes con afecto, sin pleitos y con más pelos en la lengua de los que debiera tener...
Quijotita.
Etiquetas: Armando Alanís Pulido, Carla Faesler, Dana Gelinas, Efraín Huerta, Elena Jordana, Jaime Sabines, Luis Aguilar, Mario Bojórquez, Raquel Huerta-Nava, Roberto Fernández Retamar, Thelma Nava